Hay ciudades intrascendentes, ciudades importantes, ciudades hermosas y magníficas, incluso ciudades inmortales, y luego está Jerusalén, es la única ciudad del mundo por la que han estado dispuestos a morir millones de personas que no la han visto jamás, una ciudad añorada por decenas de generaciones de personas que nunca han puesto un pie en ella, una ciudad reivindicada por pueblos enteros que no han visto ni una sola vez amanecer sobre el monte de los Olivos.

Por Jerusalén se ha luchado y matado como por ninguna otra ciudad, y ha provocado más amor y más odio que ninguna otra ciudad sobre la tierra. Fascinante y absurda, celestial y terrenal, santa y corrompida hasta el tuétano, jamás se estará más cerca del cielo y del infierno que en algún rincón de esta ciudad.

Por eso merece la pena visitar Jerusalén, al menos una vez en la vida.

Durante cinco días estuvimos en Jerusalén con el objetivo de ofrecer una visión general de su historia de la mano de Javier Alonso, para que el viajero conozca, al menos, las líneas principales de la historia de la ciudad y comprenda la complejidad de los sentimientos ligados a sus calles, sus piedras e incluso su espíritu.